por Veredas Autónomas.
Así que cuando Érika-Libertad llegó al campo de exterminio, que es la cárcel de máxima seguridad en donde está encerrado su papá-abuelo, el encargado-máquina que estaba en la aduana número 2 que separa el mundo de afuera con el mundo de adentro, le dijo a Erika-Libertad: “mitad puede entrar y mitad no”. Obviamente no se lo dijo así, sino con el lenguaje con el que le han enseñado a las guardias que es políticamente correcto, el lenguaje de los “derechos humanos”:
“Sólo los familiares directos tienen derecho a entrar, así que la señorita Erika Sebastián, como hija del preso Álvaro, tiene derecho y la señorita Dení Libertad – dijo, con una cierta dificultad en pronunciar ese nombre tan disonante con el lugar – no tiene derecho. Es parte del reglamento”.
Ante eso, Érika y Libertad decidieron no separarse y renunciar al “derecho” de que la mitad de ellas viera a Álvaro, quien a unos cuantos metros las estaba esperando con ansias, y la mitad quedara afuera alimentándose de un polvo que los colegas de los “derechos humanos”, los de las empresas transnacionales, llaman leche. Decidieron no quedar ambas mitades en un estado de angustia por estar separadas por una serie de aduanas, individuos, que te hacen desnudar y te amenazan y la mayoría de las veces te violentan sexualmente con la mirada.
Así que Érika, lxs que estamos escuchando esta historia, te preguntamos: ¿Por qué? ¿Por qué, a pesar de que tu papá está preso desde hace 17 años por rebelarse contra la injusticia, y desde junio está en el CEFERESO n. 13 comiendo huevo en polvo condimentado con tortura psicológica y aislamiento, que hace más de un mes que no lo ves, y sólo te puede hablar en llamadas de 5 minutos a la semana, por qué, a pesar del gasto que representa para tu familia ir a visitarlo tan lejos, decidiste no entrar a ver a tu papá y compañero Álvaro?
“Siempre me han dicho: no puede pasar tu hija. En un primer momento le decía yo a la trabajadora social: Las condiciones de mi familia son estas y la única que puedo visitar a mi papá soy yo. Y tengo una nena que depende de mi, porque come de mi. Y me decía: pues es que ese no es nuestro problema, nosotros no podemos estar resolviéndole la vida a todos los presos o a todos los familiares. Entonces fue algo que a mi me indignó y me enojó mucho y le respondí: bueno, entonces, yo no pedí que a mi papá lo trajeran acá. Y ahora en esta visita, esta persona de trabajo social me dice: estas autorizada tú y tu hermana, pero tu hija y tu esposo no, y pues ¿que se quede, no?
Y yo decía: ¿qué no piensan, no sienten, qué les pasa que tan fácil pueden decir que se quede? Un bebé no puede estar sin comer, los bebes comen cada dos horas, cada tres horas. Ahí saben que es pasar todo un día desde las 9 hasta las 6 de la tarde. Entonces a mi sí me indignó mucho y me enojó mucho que puedan pensar o darte una orden de: tú sí y tú no, sin contemplar todo lo que incluye decirte no pasas, sí pasas. Yo decidí no pasar, sí tenía muchas ganas de ver a mi papá, pero también estaba mi hija que no podía yo dejarla sin comida. Entonces le dije que no, que muchas gracias por la autorización pero que no iba yo a pasar, por mi hija.
Y bueno yo creo que esa sí es una agresión tanto para Dení, como bebé, como niña, y tanto para mi como mujer, que no me permitan pasar con mi hija. Eso es el doble discurso de decir: no te estamos negando la visita, porque no me la están negando, pero sí se la están negando a mi nena y yo no puedo separarme de ella, pues, ahora. Y dicen que es porque no es familiar directo. Yo me preguntaría: para ellos ¿qué es ser familiar directo? Porque mi hija es su nieta, ¡es mi hija o sea es su hija de Álvaro! ¿cómo no puede ser un familiar directo?
Lo podríamos resumir así: Érika no entró por instinto. Por el instinto que los seres vivos tenemos de criar la vida, ese instinto que el sistema patriarcal, tampoco en su versión 3.0 llamada capitalismo neoliberal, ha logrado destruir. Por el ese instinto maternal de nosotras las mujeres, madres, hijas y abuelas. Por ese saber ancestral que los pueblos indígenas llaman respeto. Y por eso, para Érika, mujer, madre, indígena loxicha en resistencia, esa orden del sistema no es un asunto que se pueda tomar en consideración.
Y ahora a ellos, les preguntamos también: ¿Por qué, a pesar de que ya una vez hicieron una excepción y Libertad entró a la cárcel, así como su papá y compañero Eric, por qué si ya le habían dicho a Álvaro que esta vez iban a pasar los 4, dos hijas, la nieta y el yerno, por qué esta vez no?
Respuesta: “Porque es parte del reglamento”.
¿Y qué hay detrás del reglamento? (Esto nos lo preguntamos nosotrxs, porque ellos contestarían que detrás de eso están los “derechos humanos”, que hay que cumplir a través del sistema de justicia de nuestra democracia).
Detrás del reglamento, y las excepciones a él, está la tortura psicológica a Álvaro, a sus hijas, a sus compañerxs y a una bebé de 5 meses.
Detrás del reglamento está una forma de concebir el mundo, patriarcal, como un repositorio de seres individuales, intercambiables entre ellos, eliminables, similares a máquinas, que recargan su pila a través de ingerir cosas empaquetadas o en polvo, y que cuando ya no les sirven o se salen de control hay que llevarlos al taller mecánico, llamado centro de readaptación social.
Detrás del reglamento hay empleadxs que antes eran gente y que están siendo reprogramadxs constantemente para servir a la máquina, lxs que no aguantan, la mayoría mujeres: fuera.
Detrás del reglamento está el plan de desarrollo-despojo del Gobierno del Estado[3] y las transnacionales: minas, presas, super-carreteras, parques eólicos y campos de concentración de distintos niveles, de las casas de “interés social” a los centros de “readaptación social”, dependiendo las distintas funciones que lo “social” tenga para su incontrolable sed de poder.
¿Y qué hay detrás de una madre que decide no separarse de su hija para no dejar de amamantarla?
Detrás de esa madre está la resistencia a la tortura psicológica de una mujer que es parte de una gran colectividad que lucha.
Detrás de esa madre, está una forma de concebir el mundo como una madre generosa que da la vida y la defiende.
Detrás de esa madre hay un río de madres, esposas e hijas que cotidianamente asisten al CERESO n.13 de Miahuatlán, Oaxaca, en donde están encerrados sus 2500 esposos, hijos y padres. Llegan y cruzan aduanas, amenazas, citas y humillaciones, sensaciones de culpabilidad, literalmente bajan a los infiernos para poder criar con amor y paciencia a sus seres queridos y, si se equivocaron, abrazarlos y enseñarles la dignidad con su amor incondicional de madres. En palabras de Érika:
“y lo que vemos cada vez que vamos es que los presos están cada vez más delgados, más desorientandos, más con miedo. Ahí no se permite que el preso abrace a su familia, que le de la mano, simplemente a ellos les han dicho que si lo hacen los castigan. Eso va en contra de las reglas y si no se obedece los van a castigar con un año de no tener visita. Ellos dicen que los presos están readaptándose, pero no recuerdo donde leí, dice que para que alguien se readapte necesita estar conviviendo con sus seres queridos, ¿no? Necesita la visita constante, y es lo contrario de lo que están haciendo ellos.
(…) Aquí la mayoría de las visitas son mujeres: la mamá que va a visitar a su hijo, la hermana que va a visitar su hermano preso, la esposa que va visita su marido que está preso también, la abuela. Es así. En menor cantidad van hombres, el hijo, el papá. Yo escuchaba una señora que decía: “no, mi hijo no viene porque ya le platique como es la visita y dice que él no, que él no va a venir, porque lo revisan. (…) Y pues las mujeres somos las que nos exponemos a todo. Y tu vas y ves la fila de mujeres con sus hijos, sus pequeños que llevan. El dolor que llevan no lo pueden ocultar. A veces salimos llorando, de dejar a nuestro familiar ahí y no saber que va a pasar después”.
¿Qué es la libertad? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es la democracia?
Las respuestas varían dependiendo de si estamos mirando arriba a la cúspide y la sed poder ha penetrado ya nuestros corazones, como bien lo dice la propaganda “lo mejor del PRI está en ti”, o si, por el contrario, estamos mirando abajo entre las mujeres y hombres rebeldes, como Libertad, como Álvaro y como Érika, como todas las madres que viajan desde Tamaulipas, Jalisco y Coahuila hasta Miahuatlán, para que no les gane el olvido, como todas y todos los que hacen de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona[4] un camino de vida y de lucha.
El acto de Érika sólo adquiere relevancia en la lucha por la libertad de Álvaro si es acompañado por una fuerza maternal colectiva que grita:
¡Érika y Libertad no están solas!
¡Libertad para Álvaro ya!
¡Nos tienen miedo porque no les tenemos miedo!
[1] Claudia Von Werlhof, La Intervincularidad de Todo lo Viviente: Una Nueva Espiritualidad para una Nueva Civilización, en Teoría Crítica del Patriarcado, 2012
[2] Casilda Rodrigañez, El matricidio y la represión del deseo materno a la luz de la neurología y de la práctica clínica neonatal, 2006 <https://sites.google.com/site/casildarodriganez/el-matricidio-a-la-luz-de-la-neurologia>
[3] Video de propaganda del Gobierno del Estado de Oaxaca, “Oaxaca, el sueño de un corazón palpitante” <http://vimeo.com/23429570>